Paremos esta farsa
Todas las generaciones se enfrentan a distintos
desafíos, luchan contra distintos opresores y mueren por diversas y absurdas
causas. El ciclo de vida de la humanidad puede figurarse como una enorme rueda
que gira indefinidamente a lo largo de los años, repitiendo el libreto con
iguales ganadores y repetidos perdedores. La historia se camufla en contextos,
modas, tecnología, pero todo ello no configura más que una simple cáscara
dentro de la cual se conserva una misma esencia, el estancamiento espiritual
del ser humano.
Este estancamiento espiritual se ve manifestado
en expresiones de racismo, xenofobia, y todo tipo de discriminación que tienda
a crear muros y dividir. También lo podemos encontrar en las brechas sociales,
en la concentración de la riqueza, en los sistemas mercantiles y políticos que
rigen la vida de todos beneficiando a una minoría a costa del sufrimiento y
carencia de muchos.
Nuestro siglo no está ajeno a todas estas
miserias, y el actual sistema capitalista deja al descubierto nuestra cara más
perversa. Dinero y productividad son los nuevos dioses, y riqueza y poder son
las llaves que garantizan la felicidad. Ingerimos a diario este dogma, haciéndolo
carne, luchando y sufriendo por aquello que no entendemos. Aquellos pocos que
llegan a la cima sólo encuentran desolación y enfermedad.
Fuimos criados para responder de la manera que
hoy se vive en este mundo. Quienes debieron educarnos han cumplido de
manera efectiva su cometido cultivando en nosotros los valores de utilidad y
mercantilismo. Crecimos con el sueño impuesto de ser herramienta presta a la
ingeniería industrial y al sistema económico. Aprendimos muy bien el manual del
ciudadano exitoso y de la persona "de buen provecho". Poseemos la
asiduidad al trabajo, la docilidad de permanecer en sus filas, la regularidad y
la mediocridad de las necesidades. Muchos años nos llevan a hoy, al producto
perfecto de una vida de horarios, obligaciones y responsabilidades. Se
nos ha dicho al punto de lo incuestionable que todo acto fuera de lo que se
considera "productivo" debe ser descartado. Han sabido crearnos
necesidades nuevas en pos de alejarnos cada vez más de este tipo de tareas. Nos
necesitan cien por ciento productivos. Nos hicieron creer que la productividad
era más importante que los campos "ociosos" como el arte y la filosofía.
A cambio de esta privación, nos bombardearon con entretenimiento mediocre,
efectista y superficial. A toda esta red le añadieron miedo, si, mucha dosis de
miedo para evitar fugas, para que nadie se atreva a pensar en alternativas.
Nos han negado los grandes placeres. Nos han desprovisto de la contemplación, de disfrutar una tarde al sol interpretando el mundo, ocupando las horas en experiencias espirituales y sublimes. Se han llevado nuestro corazón y espíritu y nos han convertido en eximios autómatas, en piezas torneadas a medida. ¿Qué queda en un hombre que ha muerto por dentro? Nada más que escoria sin humanidad.
Se perpetra una vez más en nuestra historia una ignominia
de la cual pocos hoy son conscientes y que será juzgada por generaciones
futuras como una aberración.
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