LOS 3 MITOS MÁS ESCUCHADOS DE LA MINERÍA TRANSNACIONAL

        La actividad minera es razón de polémicos enfrentamientos sociales que derivan muchas veces en denuncias judiciales, marchas y repudios públicos. Muy pocos sectores tienen tanta resistencia social como este tipo de actividad, y muy pocos cuentan con tan mala fama. La minería sin dudas carga con una historia muy trágica en latinoamérica, manchada de abusos y genocidios, de conquistadores y esclavos y de colonialismo y saqueos.  Pero el rechazo social que se ve en nuestros días es algo más que la aberración histórica de siglos pasados.
La minería como se entiende hoy, ha llegado a progresar en términos de regulación, protecciones a los trabajadores y relativamente en el cuidado del medio ambiente; pero aún así siempre nos topamos con el descontento social.
¿ Por qué esta actividad presenta tanta resistencia? ¿ Qué particularidades tiene que las demás como las industriales no?
Al salir en busca de respuestas, puedes escuchar opiniones muy opuestas, amantes y enemigos conviven en una polaridad que parece ser irreconciliable. Los que dicen No a la minería hablan de daño al medio ambiente y de saqueo de recursos. Mientras que sus defensores hablan de progreso económico y mejor calidad de vida.
En un intento de objetivizar ciertos dichos que se escuchan en torno a esta eterna discusión  creo oportuno analizar los 3 mitos más resonantes:

Mito 1: Los que están en contra son fundamentalistas, rechazan todo tipo de minería sin reconocer la necesidad de los minerales en nuestro estilo de vida actual. 

Los defensores de la minería descalifican a todo aquel que vaya en contra de sus ideas acusándolos de extremistas, de insensatos o de ignorantes. La acusación, de por sí generalista,  no encaja del todo con el reclamo mayoritario que se escucha en las protestas de las comunidades o grupo de ambientalistas que no atacan a la minería en general, sino puntualmente la minería a cielo abierto.
¿ Por qué con este tipo de minería?
Las razones están en las características tecnológicas y económicas de la explotación. Todos tenemos en nuestro imaginario colectivo una idea de la minería que ya es obsoleta, donde los obreros con picos y casco ingresaban a los túneles a darle duro a la montaña para obtener pepitas brillantes del mineral. Hoy el mecanismo es totalmente distinto. Ni siquiera se necesitan tantos obreros. Ahora hacen volar la montaña entera con toneladas de explosivos y transportan los trozos de rocas a una planta de tratamiento. Esta forma novedosa de extraer el mineral que empezó a aparecer en los 90´ debido al agotamiento de minerales en vetas de alta ley a nivel mundial ha destronado a la minera tradicional, subterránea, que dejó de ser rentable. Haciendo volar los cerros, comienzan a crear un paisaje tétrico, un pozo al infierno que ocupa miles de hectáreas sólo para el área de mina —la que será completamente destruida—, llegando a remover hasta 300.000 toneladas de roca diarias, y empleando por día hasta 100 toneladas de explosivos, más de 100.000 litros de combustibles y decenas de toneladas de sustancias químicas de alta toxicidad (cianuro, ácido sulfúrico, xantatos, mercurio, etc.), amén del altísimo consumo hídrico y energético. Como se puede inferir, el proceso genera enormes cantidades de efluentes y desechos (en la mayoría de los casos, más del 95% de la roca extraída se convierte en residuo; se generan hasta 4 toneladas de escombros por cada gramo de oro) que quedan perpetuamente en los lugares de explotación como pasivos ambientales.




Mito 2: La minería es un motor de desarrollo que impulsa la economía nacional. 

Este mito ya constituye un cliché, una suerte de obviedad indiscutible. Es la carta de defensa de todo Gobierno que apoya proyectos mineros. La ensalzan pregonando los millones de dólares de inversión que aterrizan del exterior para volver fructíferas regiones yermas y estériles. Hablan de enormes sumas en exportación e ingreso de divisas, prometen ser dinamizadores del resto de los sectores económicos. Pero pasan los años y la historia termina siempre desenmascarando las mentiras.
Los capitales extranjeros vienen a cumplir el mandato de un sistema económico mundial que perpetua las diferencias económicas entre las naciones. Los países latinoamericanos toman así un papel dependiente y desfavorable dentro del esquema de división internacional de trabajo siendo proveedores de recursos naturales y permitiendo el saqueo a muy bajo costo.  Por medio de las transnacionales se logra asegurar la provisión de recursos naturales estratégicos que alimentan el monopolio de la tecnología por parte de las grandes potencias. La minería no trae progreso económico en absoluto, sólo genera un leve bienestar pasajero que se diluye cuando los recursos se acaban. Y aún peor, condena a la economía regional a la incertidumbre originada por la dependencia a los cambios cíclicos y especulativos del mercado mundial.
Tres razones puntuales derriban el mito:  los proyectos mineros no son dinamizadores de la economía, su demanda de empleo es exigua y el desarrollo e innovación tecnológica interna que provocan es mínimo.
En la Argentina, el caso de Catamarca ilustra esta situación. Tras catorce años de explotación de Bajo de la Alumbrera, el primer emprendimiento megaminero radicado en el país, el paisaje socioeconómico de la provincia no ha cambiado favorablemente, sino todo lo contrario: se evidencia la intensificación de preocupantes indicadores “sociales” con niveles de pobreza e indigencia, de desempleo y subempleo, y con porcentajes de población “asistida” a través de los diversos “programas sociales” de los más altos del país, e incluso, con algunos valores superiores a la media de la región del Noroeste argentino. La acentuación de los niveles de pobreza, indigencia y desempleo contrasta notablemente con la “evolución” de las variables macroeconómicas en un contexto de fuerte expansión de las exportaciones mineras. Obviamente La Alumbrera no es responsable del enorme problema socioeconómico que padece por siglos la región, pero tampoco ha resultado ser ningún salvador como muchos gobiernos han querido presentarlo.




Mito 3: La minería es una gran fuente generadora de empleo:

Es verdad que la minería genera empleo. Sin embargo lo que se abre al debate es cuánto y de qué tipo. La proporción entre capital invertido y mano de obra empleada es la característica más distorsiva de la actividad. Al tratarse de un proyecto capital-intensivo, el dinero que se destina a empleo es ínfimo. La actividad minera requiere cientos de millones de dólares para maquinarias e infraestructura, pero gasta menos de un décimo en mano de obra. La ganancia se termina concentrando en los capitalistas, en este caso las transnacionales.
La situación es aún peor si tratamos de analizar qué tipo de empleo es el que ofrecen estos negocios. Las comunidades locales son las que se llevan la peor parte, puesto que por sus escasos conocimientos técnicos de la actividad terminan ocupando las posiciones más bajas. Las compañías ofrecen trabajos especializados a agricultores milenarios. No existe relación coherente entre la tecnología de punta que instalan y la mano de obra disponible. Los habitantes locales terminan pues formando parte de la masa laboral obrera, mientras que los puestos directivos terminan reservados a personas foráneas que cobran desde la casa matriz sueldos en dólares 10 veces superiores.

Conclusiones:

La minería es una actividad que por sus características necesita de regulaciones fuertes en aspectos medioambientales, fiscales y económicos. Pero al igual que el rubro industrial, se trata de un tipo de negocio que cuenta con sus pro y contra. El problema está cuando el sistema político y fiscal existente terminan provocando que desaprovechemos la mayoría de los pro y carguemos con todos los contra. No hay nada de distinto entre los inversionistas mineros y los de otra actividad, todos por igual velan por el interés propio y todos buscan maximizar su ganancia. Siempre que se lo permita el empresario intentará eludir toda responsabilidad que implique mayores costos en su negocio, por lo que resulta fundamental contar con mecanismos de control que protejan a la ciudadanía en general. La minería no trae la solución a siglos de retraso económico o políticas públicas mal diseñadas, por el contrario, saca provecho de todo ello. El esquema mundial imperante es altamente desventajoso y la razón está en el poder económico de las transnacionales, en su capacidad de imponer reglas al tener la superioridad financiera sobre los pueblos. Y aun sabiendo esto, los magros beneficios siguen siendo justificativo suficiente para los gobiernos que aceptan este tipo de inversiones. Es por todo esto que se vuelve imperioso configurar un esquema legal y un control efectivo que proteja los recursos naturales que están en juego y la totalidad de los intereses sociales, de otro modo no habrá manera de luchar contra el saqueo y abuso económico vigente.





Comentarios

Entradas populares